El pasado 30 de abril
leímos la noticia de que un niño autista llevaba cuatro años sin escolarizar
por una batalla legal. Podéis leerla en el siguiente enlace:
Sin juzgar los hechos
particulares del caso, pues desconocemos cómo es el niño, la evaluación que se
le ha realizado y las medidas que se han tomado si nos gustaría realizar algunas
consideraciones de carácter general sobre la escolarización de algunos alumnos
con trastornos graves del desarrollo.
No son pocos los casos
en que los familiares de un niño, en general sus padres, difieren de la
orientación dada por los profesionales de los Equipos de Orientación a la hora
de escolarizar a su hijo o hija en un Centro de Educación Especial,
decantándose por la integración en un Centro Ordinario. Bien es cierto que no se suele llegar a batallas judiciales tan enconadas como la que se relata
en el caso de la noticia a la que hacemos referencia y se suele solucionar
poniendo la mejor voluntad por ambas partes: padres y Administración.
En ocasiones esta
negativa a llevar a su hijo o hija a un Centro de Educación Especial parte
directamente de los padres, sin embargo, en muchas otras es planteada y apoyada
por alguna asociación o profesional privado que de una u otra forma se hallan
involucrados en el caso.
Sin menospreciar la
opinión y profesionalidad de todas las personas que en asociaciones de diversa
índole o en gabinetes privados trabajan con niños con necesidades educativas
especiales, hemos de reconocer que son los profesionales que trabajamos en las
escuelas: profesores, orientadores, inspectores, etc. quienes conocemos de
primera mano la realidad de la situación de cada niño en cada centro escolar y
quienes, desde la más estricta posición ética, presentamos la orientación
educativa más adecuada para cada niño.
Muchas personas,
llevadas por la mejor voluntad, aportan sus opiniones en estos casos, pero por
desgracia lo hacen desde el más absoluto desconocimiento de cómo funciona un
centro escolar con unos determinados recursos materiales y personales y el
grado real de integración e inclusión que un determinado niño está consiguiendo
o puede conseguir.
Si algún colectivo se
ha caracterizado por apoyar la integración de los niños con necesidades
educativas especiales (ACNEEs), ha sido el de los orientadores escolares, que
desde los años ochenta fueron los encargados de “desmontar” las antiguas aulas
de educación espacial y proporcionar soporte técnico para la integración de la
inmensa mayoría de los alumnos con dificultades. Pero todo tiene un límite y
una cosa es la teoría de la integración y otra, por desgracia, es la realidad
de la misma.
Algunos de estos niños
presentan características que hacen que su integración “real” sea poco menos
que imposible. Paradigmáticamente los niños gravemente afectados de autismo son
los alumnos con más dificultades para su integración escolar, sobre todo a
medida que se van haciendo mayores, pues el tratamiento de las características
de esta alteración precisa de un nivel de orden, regularidad y estructuración
de los espacios, tiempos, materiales, etc. que es prácticamente imposible de
lograr en una clase ordinaria.
Por otra parte para que
se dé un mínimo de integración “real” debe haber un intercambio social,
emocional… entre los niños, cosa que por diversas circunstancias, achacables
tanto a las características del medio escolar como a las de los propios
alumnos, ACNEEs y sus compañeros, en muchas ocasiones no se consigue.
Quisieramos finalizar refiriéndonos a la excelente y seria investigación que sobre el tema de la integración de los
niños deficientes intelectuales (la mayor parte de los niños afectados de autismo
presentan deficiencia intelectual) ha realizado la antropóloga social y
orientadora en un I.E.S. Pilar Irima, con el título “Superando la soledad: la
educación de la persona con discapacidad intelectual”1, en ella se
destaca la idea general de que la integración es adecuada dependiendo del nivel
de deficiencia intelectual del niño y de su edad, dándose como regla general la
de que a mayor déficit y más edad, más contraindicada está esta modalidad
educativa.
Así encontramos
afirmaciones en la que quedan claras algunas orientaciones, señala que
“efectivamente el objetivo fundamental de la llamada <<integración
escolar>> es el conseguir que estos niños no estén aislados de los
<<normales>>, sino que entablen una buena relación con ellos. Como
vemos, sobre todo en el caso de los << moderados>> y en muchos de
los <<débiles>>, este intento resulta ser un claro fracaso. Muchos
niños no aprenden a relacionarse con sus compañeros, ni sus compañeros llegan a
relacionarse cercana y cordialmente con ellos. Aprenden a estar marginados y a
sentirse (con mayor o menor conciencia de ello) en una continua inferioridad y
fracaso.” (pág. 122).
1. Irima P. (2006);
Superando la soledad: la educación de la persona con discapacidad intelectual.
Madrid. Ed. Fundamentos